Linux tiene dos ventajas que no tiene ningún otro sistema operativo: es multiarquitectura y se puede ejecutar en cualquier dispositivo, desde smartwatches hasta centros de supercomputación. Ni Windows ni MacOS son capaces de eso. Esas dos ventajas junto a la popularización de la arquitectura ARM invitan a la aparición de nuevas plataformas de juegos cuyo hardware es relativamente económico. Un ejemplo es la plataforma Tegra de Nvidia, que por cierto será la que use la próxima consola de Nintendo. No se sabe si usará Linux como sistema operativo, pero después se leen cosas como esta y acaba surgiendo la posibilidad de que así sea.
Por otra parte tenemos a un peso pesado que ha llegado a la conclusión de que Linux podría ser interesante para juegos: Valve. Ya no solo ha portado sus títulos más representativos a Linux sino que ha creado la infraestructura para portar motores gráficos programados para Windows a Linux. O lo que es lo mismo, ha encontrado la forma de traducir motores DirectX a OpenGL. De hecho, Source funciona en Linux de esa forma; al principio tenía un rendimiento penoso pero en poco tiempo casi igualó a Windows.
Fue precisamente Valve la que se encontró con el problema de usar Linux para juegos: la falta de una infraestructura competente. Y es que el hecho de haber tenido esta asignatura pendiente durante tanto tiempo ha provocado el abandono de ciertos aspectos de OpenGL. Tenemos a desarrolladores de Valve quejándose de OpenGL y a otros criticando las carencias de la API libre. En resumen: DirectX es superior a OpenGL en juegos.
Por otra parte, Valve ha impulsado una plataforma de hardware: la Steam Machine. Se trata de una consola-PC que en realidad cualquiera puede fabricar. Pero existen ensambladores que te la dan hecha con la ventaja de que puedes elegir el hardware a medida de tus necesidades jugonas. Esto no sería demasiado relevante si no fuera porque una de las especificaciones de la consola es que lleve SteamOS, una distro derivada de Debian que es mantenida directamente por la misma Valve incluyendo ajustes para que los juegos vayan mejor.
Hablando de juegos, de momento la única plataforma con peso sigue siendo Steam, que cuenta con más de 5000 títulos para Linux (según su tienda). La inmensa mayoría son desarrollos independientes que no valen un duro, pero cada vez se encuentran más títulos AAA. En este aspecto todavía queda mucho camino que recorrer, pero en muy pocos años el salto ha sido espectacular y lo bueno es que la tendencia sigue siendo muy al alza.
Y para terminar, tenemos los controladores. En la actualidad, Linux tiene un soporte muy bueno para los tres grandes: Nvidia, AMD e Intel. Dejando a Intel de lado porque no es representativo ni en rendimiento ni en cuota de mercado en gamers, Nvidia sigue ofreciendo un controlador propietario de primera. De hecho su rendimiento es equiparable al de Windows. Por su parte, AMD se encuentra inmersa en una especie de reestructuración: Inicialmente tenía un soporte penoso con un controlador propietario y la alternativa libre dejaba mucho que desear. Mientras su controlador propietario seguía siendo malo, empezó a publicar documentación que facilitó el desarrollo de controladores libres alternativos bastante competentes. Las últimas noticias sobre esto es que AMD ha abandonado el desarrollo de sus drivers propietarios clásicos para Linux y ha creado AMDGPU, que se divide en dos controladores: uno libre que ofrece funcionalidad 2D y otro propietario con las funciones avanzadas del 3D, ambos mantenidos por la compañía. Pero gracias a la documentación, ha aparecido un controlador libre con aceleración 3D que promete.
Como bonus: Vulkan. Solucionaría todos los problemas que se encuentran en OpenGL pero todavía no está demasiado extendido. De cuajar, acabaría con uno de los escollos más importantes a la hora de desarrollar juegos multiplataforma. El tiempo dirá.