Pues tras casi una semana de estar enjaulao (que no es que me impote mucho, soy un soso y un pez y en la calle no hay nada que me atraiga lo más mínimo) estoy, por decirlo finamente, hasta la punta del cap***o.
Y no porque para ir a comprar el pan y la leche te tengas que vestir de cirujano, o que a las ocho sin falta todos los días se pongan los vecinos a cantar (antes era sólo aplaudir, ahora hay que poner en el balcón el altavoz blutú que compraste en el chino, que suena a lata pero trae muchas lucecitas y eso es lo que cuenta)... sino porque uno empieza a pensar cosas raras.
Cosas de esas que les gustan a los debunkers para ponerte en tu sitio con datos oficiales, pero que a mi ahora se me antojan actos de fe... y espero no ofender a nadie y asumo el riesgo de quedar como un gilipo**as, pero es que la sensación de que algo chirría en éste asunto supera mi parte lógica.
En fin, si por éstas letras acabo con la poca dignidad que me quedaba, le echaré la culpa al aislamiento y a que son las cuatro y pico de la mañana, por lo que el coco ya no da más que para tonterías.... ¡mira, un mono de tres cabezas!